La vida pierde la gracia para el que olvida celebrar!

¿Cómo describís una sensación? ¿Cómo afirmas que lo que es realmente es? ¿Cómo cuerno hacemos para ponerle nombre a algo que tiene un sinfín de particularidades? ¿Cómo o cuándo sabremos que realmente nos pasa? ¿Nos pasa? ¿Estamos? Un mar de cuestionamientos vivirán en ti a lo largo de tu vida. Tenes opciones, oírlas, escucharlas, ignorarlas, mentirte, creerte y saberte incapaz de buscar respuestas, o sencillamente sentarte y dejar que el destino o eso a lo que llaman destino las responda por vos.
Vivimos imitando, hasta el que se dice más auténtico solo copia la autenticidad. Incorporamos palabras y las reproducimos a un ritmo inimaginable, sin detenernos a ver qué estamos diciendo, porqué lo estamos diciendo. Seria absurdo buscar el origen de cada una de las palabras que pronunciamos, sin duda sería una perdida de tiempo. Pero existen palabras que el ser humano pronuncia con una intensidad destacable, con más fuerza, más a menudo, resumiendo en ellas una infinidad de cosas, sentimientos, sensaciones, etc. ¿No sería bueno detenernos en ellas? Cuando comencé a hacerme este tipo de cuestionamientos, creí haber enloquecido, o quizá, no enloquecido, sino tener la sensación de la perdida del control, la duda constante entre lo que "es" y lo que no. Hasta que descubrí, que solo era una especie de paranoia que había sido criada, "domesticada", adiestrada, "educada" socialmente para no cuestionarme, para reproducir los discursos que se incorporan, para enunciar las palabras que todos hablan, para ser "normal" "común". Pero este no es el punto. El punto es que a raíz de esta duda ante la generalización de algunas palabras, creo, comencé a entender porque hay malos entendidos. Ha de ser un problema de codificación. En mis primeros años de la secundaria, un docente (excelente por cierto) se me acercó, ubicó una hoja en mi pupitre y me dijo, ¿Qué es esto? una hoja respondí. Nos reímos y meciendo su mentón de arriba hacia abajo me dijo y ¿por qué?. En ese momento debo admitir me pareció un irracional, un tipo que me estaba haciendo perder el tiempo, ¿qué quería que le responda? Es una hoja porque una vez un fulano le puso hoja, y a partir de ahí todos vemos la hoja, y decimos: Si, una hoja. Pero era claro, que esto iba más allá. Yo no era un estudiante que no sepa responder, por el contrario, me resultaba entretenido estudiar, aprender. Pero como todo estudiante aplicado detestaba no saber. Pero realmente no estaba dentro de mis posibilidades contestarle a ese educador ¿por qué era una hoja? La clase siguió y al terminar el día seguía yo, sin saber porque la hoja era hoja. Mejor dicho porque yo al ver la hoja podía decir, esto es una hoja.
Clases más tarde, el docente se paró frente al pizarrón y dijo: - Chicos, el tema de hoy es "El código y la codificación". De más esta decir que el aula empezó a murmurar chistes tales como: "código es no darle a tu vieja" "Códigos en el supermercados" "No hay códigos" y demás. A lo que el profe, con su sonrisa sumisa de siempre dijo: Muy bien chicos, todo eso es código. Pero entonces ¿qué es un código? Automáticamente se me vino a la mente la imagen de la bendita hoja de la primer clase. Nadie sabía concretamente qué era un código. Todos estábamos aproximados, cerca, pero no podíamos ofrecer una definición medianamente convincente. Entonces el Profe dijo: Chicos, están ahí, lo saben, lo tienen incorporado. Un código es aquello que el emisor envía y el receptor recibe del mismo modo que fue enviado. Todos nos miramos. Era simple, y era real. Pero nadie lo sabia.
La clase siguió, así un trimestre, luego otro, y el último. Recuerdo a dicho docente con agrado, con fuerza. Daba una materia que se hacia llamar, "Cultura y comunicación" y la daba con una pasión, con unas ganas, que daba gusto. A parte había llegado a entender qué era un código.
Pasaron los años la secundaria terminó, y comenzó la universidad.Algo nuevo, diferente, extraño, pero algo que yo había elegido. Si mal no recuerdo era una clase multitudinaria en un espacio reducido, la docente, una mujer, imponente, de voz gruesa, risueña y agradable. Nos dibujó un árbol en la pizarra y preguntó ¿qué es esto? Claramente nadie iba a contestar, era lógico que en la universidad había algo detrás de ese árbol que ninguno de nosotros estaba logrando ver. Se hizo silencio y automáticamente, casi sin control se me vino la bendita hoja del profe de cultura a la mente. No abrí la boca, no fuera a ser cosa de quedar como una imbécil que solo se quiere lucir. Esperé, y la doctora orientaba todas sus preguntas del mismo modo que aquel educador lo había hecho con la hoja. ¿Un código? le dije. Todo quedó en silencio. Yo me sentaba adelante porque no tengo buena visión, y ella siempre iba atrás, para que los de atrás oigan también. Me miró y me dijo: No, es un árbol. Y se echó a la risa. Pero si, la forma por la cuál vos podes entender que eso es un árbol es una codificación. El emisor envió un mensaje, y vos lo captaste porque tenias incorporada su figura.
Hoy horas, días, meses, años después intentó ir más allá de ese árbol o esa hoja que me permitieron entender y aprender que un código es un conjunto de símbolos que puede ser entendido por el emisor y el receptor del mismo modo. Y que un símbolo es la representación perceptible de una idea. Hoy traslado este aprendizaje a mi vida diaria, a mi sociedad, a un yo visto como un ser social. ¿Cómo puede ser que estando tan claro el sistema de codificación y simbolismo aun siga habiendo malos entendidos? Y la respuesta es rápida. Hay cosas que no son para todos iguales. No podemos abarcar sentimientos en una sola palabra. No puede ser lo mismo para mi que para otro algo que es muy personal. Un te quiero, un te amo, un te extraño, un quiero estar con vos. Son cosas rebuscadas, jodidas, complicadas. O quizá no todo eso, pero bajo ningún punto de vista son conceptos UNIVERSALES, aplicables a todos del mismo modo. Queremos resumir hasta lo que sentimos. Y no se puede, no es justo, NO NOS ENTENDEMOS. Las palabras son palabras y morirán siendo tales. Nosotros como individuos, somos acto, somos acción, reacción, podemos también ser palabra, pero no dejando a libre interpretación algo que creemos explicito.
Hace un tiempito una persona muy a fin a mi, en una de esas charlas que te revolucionan la mente me oyó decir: "Es muy lindo, es muy dulce, me dijo te quiero." Me clavó los ojos y me dijo: No de tregua sobrina. Te dijo te quiero, y ¿qué tiene de fascinante eso? Que me quiere tio, que le importo fue mi respuesta. No mi querida, te dijo te quiero nomás, no que le importas. Te dijo que te quiere, pero que te quiere ¿qué? Que te quiere ver bien, que te quiere cerca, que te quiere asfixiar, que te quiere a sus pies. Te dijo un verbo flaca, solo un verbo...

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares